Los malagueños tenemos la inmensa suerte de tener un paraje naturall justo en el lugar donde fundaron los fenicios el primer asentamiento de Malaka, en la desembocadura del Guadalhorce, antes de que por las continuas inundaciones trasladaran la incipiente ciudad a las faldas del monte Gibralfaro.
La desembocadura del Guadalhorce, después de
décadas de abandono, vertidos de escombros y extracción de áridos, vio
cómo la ciudad, que una vez nació en su seno, iba poco a poco cercando y
reduciendo sus antiguos y ricos humedales, hasta dejarlos en su mínima
expresión. Por último, un encauzamiento excesivo terminó casi por
destruir lo poco que había quedado.
Sin embargo, en los últimos años, gracias a la
protección del enclave, una nueva sensibilidad hacia sus valores
naturales y una adecuada reforestación, vemos con satisfacción como la
naturaleza empieza a recuperar el espacio que siempre le perteneció. A
la par que van creciendo los árboles y la vegetación de ribera, las aves
protegidas vuelven a encontrar un lugar atractivo y protegido para
anidar en sus pequeñas lagunas. Hoy en día, pasear por sus senderos,
disfrutar del paisaje y la vida animal que se desarrolla en el lugar,
con el Mediterráneo como telón de fondo, empieza a ser todo un lujo, que
ya quisieran para sí muchas ciudades europeas. Y si a eso le sumamos
los valiosos restos fenicios y romanos dispersos por toda la zona, es
fácil comprender la importancia y el potencial turístico y ciudadano que
tiene para toda la Costa del Sol.
Por desgracia, vemos cómo los políticos que dicen
representarnos y las administraciones que dicen gobernarnos no están por
la labor de potenciar nuestro magnífico paraje natural. En vez de
aplicar la lógica y destinar los terrenos sin urbanizar del entorno a
aumentar la zona protegida, (dichos terrenos cumplen hoy en día un papel
protector impidiendo que el urbanismo desaforado llegue a las mismas
puertas del paraje y motivo por el que se protegieron en el POTAUM) se
están dedicando a planificar su fragmentación y absurda urbanización, atendiendo
más criterios especulativos y de beneficio inmediato antes que a la
defensa del interés general y bienestar de todos los ciudadanos.
Estamos ante la última oportunidad de convertir el minúsculo paraje natural en todo un gran parque que conecte la desembocadura del Guadalhorce con la sierra de Churriana, atravesando el campamento Benítez y pasando por los últimos tramos de costa sin edificar, como son Arraijanal y la Cizaña. Mientras río arriba, gracias a la repoblación de sus márgenes, ya empieza a ser factible conectarlo con el parque Natural del Torcal de Antequera.
Un gran Parque Natural que conectaría la Costa del
Sol con el interior de la provincia. Una oportunidad para mejorar la
calidad de vida de los vecinos de Málaga y Torremolinos, quienes
podríamos disfrutar de un gran Parque Natural cerca de casa, donde
pasear con nuestras familias, contemplar las aves, recorrerlo en bici y
disfrutar del paisaje, visitar sus restos arqueológicos, un lugar donde
desarrollar actividades de respeto a la naturaleza y donde el turismo
sostenible, que tradicionalmente ha huido de nuestra costa, tenga un
lugar atractivo para visitar.
Ha llegado el momento, o luchamos por un
gran Parque Natural en el entorno de la desembocadura del Guadalhorce o
tendremos que conformarnos con el minúsculo enclave actual pero rodeado
de hormigón.
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