Pero ahí acaba la anécdota, los gobernantes responsables de la destrucción de nuestro patrimonio siguen sin atender la demanda ciudadana, empeñados en revitalizar el modelo del ladrillo, que a los ciudadanos nos ha llevado a la ruina pero que a ellos los ha hecho ricos.
Y es que no hay nada más sintomático de la podredumbre institucional de un país que el hecho de que tengan que ser los ciudadanos los que se movilicen para recordarle a nuestros representantes su deber. En este caso, el deber de conservar nuestro patrimonio, bien común que nos pertenece a los ciudadanos actuales y a los futuros.
La Mundial es el símbolo de la lucha por la conservación del patrimonio contra las ansias privatizadoras, especuladoras y aculturadoras de nuestros políticos.
Y es que un pueblo sin referentes comunes, sin historia ni identidad es fácilmente manipulable.
Eso es lo que se esconde detrás de este pelotazo urbanísitco. Por nosotros, por los malagueños futuros, por la democracia:
SALVEMOS LA MUNDIAL
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