El Perchel se cae a pedazos, algunas calles de la Trinidad debieran localizarse en Dubrovnik, Lagunillas se viene abajo, la Cruz Verde mereciera estar situada entre Malecón e Infanta en La Habana, Capuchinos es propio de Beirut, y el Barrio de San Felipe se asemeja a Peñarrubia cuando están bajas las aguas del embalse del Guadalhorce. Es la deconstrucción urbana del casco histórico de la ciudad de Málaga, que especialmente en estas fechas, se convierte en retablo cultural para todos aquellos visitantes que pretenden disfrutar de una de nuestras más antiguas tradiciones culturales; la Semana Santa. Sin embargo, es el escenario cotidiano para sus vecinos durante las restantes 51 semanas del año. Menudo retablo.
La respuesta municipal al deterioro del centro histórico de Málaga solo ha tenido durante todos y cada uno de los últimos diecisiete años de gobierno, un responsable: La Junta de Andalucía, y su nefasta política en materia urbanística. Este escenario, supondría que todas las capitales andaluzas en manos de no afines al Gobierno de la Junta, estarían en similares condiciones de deterioro. Sin embargo, el actual estado de conservación de la Judería de Córdoba, del Barrio de la Viña en Cádiz, o Santa Cruz y Triana en Sevilla, son muy buenos ejemplos que destrozan dicha teoría, hasta pulverizarla.
En Málaga, la ausencia de un modelo de conservación del centro histórico, apunta directamente a la política urbanística municipal, que ha convertido el principal patrimonio, en pieza de saldo especulativo. No valen milongas ante tal nivel de degradación del centro, en una ciudad que en estos días cuenta sus buenas noticias por cruceros que entran por la bocana del puerto o por miles de turistas que vienen a ver nuestras procesiones, y no valen porque sencillamente, ni se recuerda un solo proyecto municipal de ciudad.
Y es que tras doce años como primer edil, y cinco más al frente del Urbanismo, ser alcalde debiera ser mucho más que el tocador de la campana de todos los tronos de todas las cofradías y hermandades de nuestra Semana Santa. Jugar el papel de ser el Cautivo de la Junta, ya no cuela.
José Damián Ruiz Sinagoga, Diario Sur, 03/04/2012
La respuesta municipal al deterioro del centro histórico de Málaga solo ha tenido durante todos y cada uno de los últimos diecisiete años de gobierno, un responsable: La Junta de Andalucía, y su nefasta política en materia urbanística. Este escenario, supondría que todas las capitales andaluzas en manos de no afines al Gobierno de la Junta, estarían en similares condiciones de deterioro. Sin embargo, el actual estado de conservación de la Judería de Córdoba, del Barrio de la Viña en Cádiz, o Santa Cruz y Triana en Sevilla, son muy buenos ejemplos que destrozan dicha teoría, hasta pulverizarla.
En Málaga, la ausencia de un modelo de conservación del centro histórico, apunta directamente a la política urbanística municipal, que ha convertido el principal patrimonio, en pieza de saldo especulativo. No valen milongas ante tal nivel de degradación del centro, en una ciudad que en estos días cuenta sus buenas noticias por cruceros que entran por la bocana del puerto o por miles de turistas que vienen a ver nuestras procesiones, y no valen porque sencillamente, ni se recuerda un solo proyecto municipal de ciudad.
Y es que tras doce años como primer edil, y cinco más al frente del Urbanismo, ser alcalde debiera ser mucho más que el tocador de la campana de todos los tronos de todas las cofradías y hermandades de nuestra Semana Santa. Jugar el papel de ser el Cautivo de la Junta, ya no cuela.
José Damián Ruiz Sinagoga, Diario Sur, 03/04/2012
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